«Esta es mi Ecuación cariño: dolor más sangre, igual a placer infinito. Perdón porque nunca te lo dije».
Acarició los amarres que le había hecho en las muñecas, e hincó hondo sus dientes arrancándole la piel del cuello. Masticó, degustando lo que para él era un manjar, y repitió la operación.
Ella, como las anteriores, no fenecería sin antes conocer al monstruo que tenía por marido.
Un relato de pocas palabras e intenso. Muy bueno, te felicito. ¡Un abrazo!
Gracias Valeriam 😀
¡Un abrazo!