La figura huesuda y resplandeciente de un hombre, irrumpió simultáneamente en cada una de las pantallas del planeta Tierra, incluso en las que estaban apagadas. Su rostro era similar a un papel arrugado que se había vuelto a estirar sin éxito. Reflejaba solemnidad y sabiduría. Su nariz inflada resultaba chocante en medio de sus ojos violetas, enmarcados por abundantes cabellos y barba cano. De inmediato comenzó a hablar en una lengua universal.
«Humanos les saludo en nombre del Consejo Protector Del Destino al cual pertenezco. Traigo un mensaje que no deberíamos revelar, pero asumiremos los conflictos que lleguen a suscitarse. En un futuro próximo todo esto que hoy conocen, ya no será más, pero no en cuanto a la distribución de los objetos; el cielo seguirá estando arriba, las aguas represadas o amontonadas en ríos y mares, y el suelo bajo la planta de sus pies. La divergencia radicará en cómo ustedes verán al mundo, como lo olerán, como lo escucharán y como lo sentirán. Se trata de una epidemia mundial que destruirá las sociedades de los cinco continentes, y ni siquiera una persona caerá en cuenta hasta después de la estocada final. Engullirá lo más valioso que ustedes tienen: La Familia. Inclusive en ese futuro hasta del diccionario se borrará el término “familia”, porque será considerado obsoleto. La pandemia será sigilosa y calculadora, arropará a cada ser humano, sin distinguir su religión, creencia, situación económica, social, política ni moral. Irá enraizándose en los huesos, vendrá en los genes de los recién nacidos, en la manos de los hombres y en las hormonas de las mujeres»
Las personas paralizaron sus labores para oír al extraño anciano. Los que habían despertado se levantaron de sus camas atónitos.
«La Legislación Estelar condena cualquier interferencia del Consejo en los asuntos humanos pero debemos mostrarles cómo crece actualmente éste virus», dijo al tiempo que dibujaba con su mano una circunferencia invisible sobre su cabeza. Emergió un mapa tridimensional de la tierra en color gris semi trasparente el cual comenzó a minarse de puntos rojos como si le brotaran pústulas de varicela. Se dejaban oír vagamente los lamentos de mujeres y niños, voces de hombres enfurecidos, sollozos y gritos de auxilio. La expectación comenzó a llenar a todos.
«Durante años las organizaciones mundiales han hecho esfuerzos para detener la violencia de género, pero como un “efecto espuma” lo que han conseguido es que aumente. La violencia machista ha estado oculta detrás de cifras erróneas, ya que la mayoría de las mujeres maltratadas prefieren callar y no denunciar a sus agresores, en cierta medida desmoralizadas porque el sistema de justicia penal y civil no es eficaz para garantizarles sus derechos, ni siquiera en un sólo país del mundo. El virus se comenzó a incubar mayormente en el seno familiar iniciando con la violencia psicológica, seguida de la violencia física, patrimonial, verbal, el abuso sexual o el feminicidio. Y para cerrar el ciclo se propagaba a la sociedad, pues los niños que eran víctimas terminaban convirtiéndose en agresores, y las niñas en víctimas durante etapas posteriores de su vida»
El anciano hizo una pausa para sentarse sobre un reclinatorio plateado. Al fondo, a través de un ventanal de cristal, se apreciaba el espacio exterior adornado con una constelación de estrellas hundidas sobre un profundo negro. El hombre parecía de ánimos apagados. Sus ojos anegados por la congoja miraron nuevamente a los espectadores.
«Las consecuencias de esta plaga serán nefastas porque causará la evaporación de ese sublime sentimiento llamado amor, ya nadie será capaz de albergarlo. No existirá la familia, sino nidos de procreación, sin vínculos más que de “dueño a propiedad”. Todos tendrán miedo, inseguridad, cólera y vivirán entre riñas constantes. Será un mundo violento dónde florecerá la muerte. Salir a la calle será tan arriesgado que los niveles de trastornos causarán suicidios colectivos por doquier, tener las puertas bajo llave no será suficiente y los gobiernos no sabrán controlar la enorme ola de crímenes. Las mujeres serán llamadas “procesadoras”. Los hombres tendrán derechos completos sobre la vida de ellas apenas nazcan, pudiendo hacer con ellas como decidan, incluso quitarles la vida. Cada milésima de segundo una mujer o niña será maltratada en alguna forma, cada quince segundos una mujer o niña será violada, cada minuto una mujer o niña será asesinada y cada hora una mujer o niña se suicidará»
El silencio era enfático corría nítido alrededor de todo el globo terráqueo. Apuntaba a todos con su dedo índice.
«Para evitarlo deben empezar desde adentro hacia afuera. Deben quitar todos los formatos mentales y falsas imágenes creadas respecto la posición del hombre y de la mujer en la sociedad, cambiando los patrones y modelos que aunque parecen indefensos hacen daño paulatino, como creer que el rol de la mujer es ser ama de casa. Deben inculcar en los niños el respeto hacia la mujer, que la vean como su complemento, a quien deben proteger y amar, que les crezca a temprana edad tan trascendental sentir hacia ellas. Deben fortalecer la autoestima de cada niña y adolescente, que se amen primeramente a ellas mismas. Debe enseñar que el amor no esclaviza, no domina, ni hace daño, entendiendo daño como cualquier tipo de acción que produzca incomodidad, dolor o infelicidad. Y cada país debe invertir todo lo necesario en planes que ayuden a curar las heridas psicológicas y físicas de quienes posiblemente tengan incubado el virus para evitar su propagación, además darle justo castigo a los que actúen con violencia sobre las mujeres y sus hijos e hijas. Tienen mucho por hacer Humanos.»