9 Fantásticos consejos de Ray Bradbury para escritores

Ray Bradbury es uno de los escritores más importantes del siglo XX, cinéfilo y ratón de biblioteca desde los siete años de edad. Un inteligente visionario, muy adelantado para su época. Sus historias de fantasía y ciencia ficción se caracterizaron por ser originales, novedosas y extravagantes, pero muchos años después se hicieron una realidad cotidiana; «predijo» el futuro con muchas de ellas: Crónicas marcianas (1950), Fahrenheit 451 (1953) y El vino del estío (1957), aunque Bradbury prefería llamarlos «avisos», no predicciones. 

Veamos 9 fantásticos consejos de Ray Bradbury para escritores noveles

1. «Escribe una historia corta cada semana. Es totalmente imposible escribir 52 malas historias seguidas».

Este es uno de los consejos más famosos del escritor de Fahrenheit 451, y uno de los que he puesto en práctica. Escribir cada día es la mejor forma de alcanzar la madurez en nuestra escritura. Además, Bradbury con esto también se refería a que el camino más idóneo para escribir una novela era empezar por  relatos cortos. Una semana es un tiempo perfecto para escribir un relato corto; en mi entrada plan para escribir un relato corto en siete días te presento una guía para que aceptes el reto de escribir 52 relatos en un año. Entre la primera semana y la última notarás como habrás crecido y evolucionado, además luego podrías editarlos y convertirlos en una antología que puedas publicar para vender o regalar a tus lectores.

2. «Soy completamente educado en bibliotecas. Nunca estuve en la Universidad».

Bradbury siempre decía que era un enamorado de las bibliotecas, que nunca necesitó ir a la universidad porque la biblioteca es la verdadera escuela. Iba a la biblioteca desde los 7 años y se graduó de la biblioteca a los 27 años. Y lo cierto es que era un hombre con gran intelecto y sabiduría, que además rechazaba el uso de internet como reemplazo de las bibliotecas. Hay que leer de todo, no solo narrativa, sino también poesía, teatro y ensayos.

3. «Si escribes desde tu ser y desde quien eres realmente, tu trabajo será original y nadie podrá sustituirte».

Bradbury hablaba sobre el miedo de algunos escritores a escribir con honestidad. Las mejores historias son las que se escriben desde dentro del alma, que se escriben con pasión, con garra, sin miedo a dejar salir los demonios y los fantasmas. Porque cuando estamos frente al papel estamos frente a nosotros mismos, ¿a quién queremos engañar si no escribimos con sinceridad? quizás podamos engañar a la gente pero jamás a nosotros mismos.

4. «La gente siempre recomienda a los escritores que trabajen para ganar dinero. No lo hagas. Te asquearás y morirás».

Si lo que nos motiva a convertirnos en escritores es el dinero que podemos hacer al vender nuestras historias, probablemente estamos en el camino a ser escritores infelices, pues dejaremos de escribir sobre los temas que amamos y que nos apasionan para escribir sobre aquellos que la gente quiere oír porque son los que más venden según los rankings, los críticos literarios, nuestro agente literario o editorial. Quien escribe por dinero termina rechazando o dándole la espalda a sus sueños. «Ser rico por una razón equivocada es un negocio repugnante. Eso no es ser rico en absoluto» dijo Bradbury.

5. «Demasiado tarde comprendí que no es posible esperar a ser perfecto, que hay que salir a la vida y caerse y levantarse como todo el mundo».

Los escritores pasamos mucho tiempo escribiendo para nosotros. Algunos pasamos años antes de poder mostrar nuestras historias pero no comprendemos que es importante tropezar, darse un batacazo o varios, para llegar a ser grandes escritores. El brillo llegará en la medida que nos pasen la lija de las críticas.

6. «Estaba demasiado ocupado imitando a Conan Doyle, P. G. Wodehouse y Edgar Allan Poe. Estaba completamente enamorado de ellos. No me di cuenta de que eso me hería… No estaba siendo yo mismo. Eso llegó después, a los 22 años, cuando volví a mi infancia e indagué en mi interior para escribir El lago».

Intentar imitar a los escritores que admiramos es algo que todos los noveles hemos hecho alguna vez, sea consciente o inconscientemente; el mismo Bradbury lo admitió. Y el problema de ello reside en que si lo hacemos no llegaremos a ser nosotros mismos, no dejaremos que surja de nuestro interior el verdadero escritor que allí duerme. Además, nos hiere y nos frustra, porque nunca podremos ser igual que ellos, sin embargo, sí podremos ser tan buenos, solo si descubrimos nuestra identidad literaria propia.

7. «Descubrí con el tiempo que soy un coleccionista de metáforas. No sé cómo enseñarles a reconocer una cuando la vean, pero lo que tienen que hacer desde esta noche en adelante es llenarse la cabeza con lecturas diferentes, de distintos campos… Lean un cuento por noche, un poema por noche, y un ensayo por noche, durante las próximas mil noches… Y cuantas más metáforas puedan meterse en la cabeza, ellas rebotarán entre sí en sus cabezas y se convertirán en nuevas metáforas».

Leer obras literarias de gran calidad es alimentar con buenas dosis de vitaminas a nuestra musa. Engullir cada día lecturas cargadas de metáforas nos harán ser más creativos. Se trata de comer y comer lecturas, para excretar buenas historias. Es bien sabido que un escritor que no lee no puede escribir nada coherente, así que hay que leer mucho y de todo (incluyendo arqueología, zoología, biología, filosofía, política y literatura). Especialmente buena literatura. Bradbury no recomendaba leer «mierda de literatura contemporánea» porque carecen de metáfora. Así de tajante.

8. «No te rodees de gente que se burla de lo que escribes o de tus ambiciones literarias. Son un lastre».

Nada peor que rodearse de personas que no creen en nuestros deseos de ser escritor, que se burlan o ríen cuando les decimos que estamos escribiendo un libro. Ellos no son nuestros amigos, aunque así quieran llamarse, y más vale alejarnos de ellos. Son tóxicos para nuestras ambiciones literarias.

9. «Cuando comienzo a escribir nunca sé a dónde voy, todos mis libros han sido sorpresas».

Bradbury era un predicador acérrimo de escribir sin brújula. Él lo hizo así durante toda su vida. Todo estaba en su cabeza, tomaba su máquina de escribir y le salían libros que lo sorprendían a él mismo. Sin duda, algo admirable. Quizás por su misma formación intelectual tan peculiar se haya convertido en un escritor tan peculiar.