Lilian hundió el acelerador hasta el fondo y maldijo el retraso. Volvió a lamentar haber aceptado la encomienda del director del hospital de ir sola a ese pueblo perdido a más de tres horas de la ciudad para atender un caso. Miró el sol suplicante al ver que ya matizaba el cielo de tintes naranjas, anunciandoSigue leyendo «Sus demonios»